Sida ¿Una palabra extraña? :

SIDA (acrónimo de síndrome de inmuno-deficiencia adquirida) M. MED. Enfermedad vírica y contagiosa que se caracteriza por la destrucción de los sistemas inmunitarios del organismo. Se transmite sexualmente y a través de la sangre.

Cuando llega a nuestros oídos la palabra sida, automáticamente nos imaginamos a ese homosexual, drogadicto o incapacitado que yace en la cama del hospital, carente de cariño, apoyo y sobretodo de una pequeña dosis de comprensión.
En nuestra sociedad los portadores del virus del sida pasan a pertenecer al grupo de los “culpables” asumiendo así el papel de monstruos.
Una buena definición de monstruo o monstruosidad es aquella que nos describe José Miguel G. Cortes el cual nos define lo monstruoso como “aquello que se enfrenta a las leyes de la normalidad”1, “las criaturas monstruosas vendrían a ser manifestaciones de todo aquello que está reprimido por los esquemas de la cultura dominante. Serían las huellas de lo no dicho y no mostrado de la cultura.”2
“El ser humano se construye un mundo estable en el que los objetos y las personas tiene formas reconocibles y permanentes. Todo aquello que no se ajuste a estos modelos tendemos a ignorarlo, marginarlo o esconderlo.”3 “La moral y el bien social no pueden pactar con los seres monstruosos porque representan lo otro, lo diferente. Aceptar la diferencia podría obligar a modificar la universalidad de la ley moral y el concepto de orden podría llegar a verse seriamente amenazado.”4
El SIDA es una realidad que nos afecta a escala global desde hace ya más de 20 años. Es comprensible que las primeras percepciones que se manejaron estuviesen marcadas por el temor, temor ante una amenaza nueva y totalmente desconocida.
Pero ya ha pasado suficiente tiempo y se sabe lo suficiente como para entender que el enfermo de SIDA puede ser un integrante de la sociedad tan valioso como cualquier otro y que puede vivir una vida productiva e incluso aspirar a una expectativa de vida normal si recibe el debido tratamiento. Sin embargo, los fantasmas del prejuicio y la discriminación se hacen presentes aún y, lejos de ayudar a detener la epidemia a través del miedo al contagio, obstaculizan los esfuerzos que se hacen para que la gente esté informada y sepa tomar las decisiones correctas en los momentos adecuados.
Es hora de que todos terminemos de entender que el virus de inmunodeficiencia humana puede ser una amenaza para nosotros, pero el que se ve obligado a vivir con él NO lo es.


(1) Cortés José Miguel G. Orden y Caos. Un estudio cultural sobre lo monstruoso en las artes, p. 18.(2) Cortés José Miguel. Op. Cit., p. 19. (3) Cortés José Miguel. Op. Cit., p. 18.
(4) Cortés José Miguel. Op. Cit., p. 19-20.

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